El Floro con su hija de visita en casa de Angelita 31diciembre de 1985 |
La labor de Maestro, es realmente dura, pero también es cierto que cuando se ha hecho bien, tiene su recompensa. Hoy nos regala El Floro estos recuerdos de su etapa Ourensana, en los que descubrimos a una Angelita Paradela “Maestra”.
(Ourense años 50)… yo venía del colegio de las monjas de Santo Domingo. A saber quien aconsejaría a mis padres que me metieran allí. Tendría yo seis años. De estudiar y aprender muy poco pero de Historia Sagrada y procesiones… un caudal. Todavía recuerdo que nos obligaban a escribir en líneas alternas... una si... una no… para que se acabara antes el cuaderno.
Confesaré un secreto bien guardado hasta hoy. Era la clase de Historia Sagrada. Mi futuro compañero en los Salesianos, Alberto José Román, pasaba las láminas con comentarios del tipo: Moisés perdía el GPS y se extraviaba en el desierto… amééén.
Entonces tuve la urgencia imparable de visitar los aseos. Eran del estilo de los que luego sufrí en la mili. Para las monjas era mucho más importante la situación de Moisés que la mía y se negaron a dejarme aliviar a pesar de mis súplicas. Cuando acabó la espera era demasiado tarde. Llegué al WC justo 5 segundos después de lo debido.
Me atrincheré y cerré el pestillo. Tardaron una hora en echarme de menos. Supongo que por culpa de Moisés. Alguna monja adivinó lo sucedido. Se olió la tostada (nunca mejor dicho) pero yo no abrí la puerta hasta que mi hermana María Jesús vino al rescate. A partir de ahí no tengo más recuerdos de las monjas. En fin…
De aquí a lo más alto. Angelita Paradela. Fue irrepetible. Nació para enseñar. Al parecer, por motivos políticos, no pudo hacerlo dentro del sistema tradicional. Entonces montó su propia academia. No necesitó poner anuncios. Los padres llevaban allí a sus hijos informados por el boca a boca. No hay mejor propaganda. Y Orense era como un pueblo. ¿Aún lo sigue siendo?
Tenía la academia en la calle Capitán Eloy (hoy calle Concordia). Bajando de la calle del Paseo por la acera izquierda. Al lado de Stylo. Creo que era el numero 18. Y sin ascensor. Recuerdo a una de sus ayudantas. Se llamaba Esperancita. Así, en diminutivo.
Angelita inventó la enseñanza personalizada. Nos sentaba alrededor de tres o cuatro mesas largas y ella daba la lección magistral que consistía en explicar un tema. Luego ponía un ejemplo. Después recorría las mesas uno por uno explicando y corrigiendo. Aprendíamos sin darnos cuenta. Y no se nos olvidaba.
No usábamos uniformes. Cada uno se vestía como quería y podía y "dios con todos". Nadie desentonaba. No había lujos. La ropa limpia y el peinado alborotado. Angelita era una madre. En una ocasión me dirigí a ella llamándola “mamá”. Fue un lapsus. Por algo sería.
En junio con sus exámenes aquello era como las olimpiadas. Llegaban al Instituto los colegios de Orense con la profesora delante y, detrás, en fila, toda la muchachada. En un extremo las alumnas de los colegios de monjas, todas uniformadas como en la mili. Detrás Angelita con sus alumnos. No había dos con el mismo terno. El resultado era siempre el mismo. Angelita arrasaba en porcentaje de aprobados.
Fue una lástima que me enviaran a los Salesianos un año antes de lo establecido. Pero ya no tiene arreglo. Después me fui a estudiar a Madrid donde todavía sigo haciendo el indio.
En 1985 le propuse a Luis Pérez de Juan, otro ex-alumno de Angelita que era de recibo organizarle un homenaje. Se lo tomó en serio y en diciembre de ese año la agasajó en el restaurante San Miguel una representación de antiguos alumnos. Luis, gracias por todo.
No volví a verla más. Se murió el verano de 1991. Desde entonces imparte allá arriba clases de Educación para la Ciudadanía. Ni que decir tiene que tiene “la nube” a rebosar.
Angelita, gracias y hasta cuando quieras.
1 comentario:
Nací en 1961 y tengo vagos recuerdos de esa epoca pero puedo decirte que los pocos que tengo los recuerdo con felicidad y una enorme gratitud a mi primera profesora Angelita.
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