Bar flotante, estrella del verano a finales de los 50.
Con la
llegada de los calores ourensanos, nos acordamos del padre Miño, (el resto del
año solo nos acordamos de el para quejarnos de la niebla), hoy que ya los
calores se dejan notar, voy a intentar recordar los primeros pasos de la
construcción de la que hoy es nuestra playa fluvial. Si hay algo
que poco cambiado en nuestra Auria, es el extremismo de las temperaturas, en
invierno frio y humedad, y en verano calor y humedad, como resultado...
En el tema de los calores, la principal solución siempre fue la huida, esa que
convertía los pueblos en bulliciosos reductos donde te reencontrabas con
familia y amigos y "casualmente" el santo patrón recibía su homenaje
anual con unas buenas fiestas que daban lugar a comerotas, y sus buenos bailes;
siempre me he preguntado ¿Por qué los Santos que se celebran en verano tienen
más seguidores que los de invierno....?. A la opción del pueblo le seguía
en importancia, la huida a "nuestras colonias". Vigo y Pontevedra por
cercanía eran las principales, pero Coruña también tenía sus adeptos e incluso
he descubierto que la bella San Sebastián, eras objetivo de nuestros abuelos,
¡bueno!, de algunos privilegiados que se lo podían permitir. Y por fin la última
opción, la que sufrían muchos de nuestros antepasados (y hoy sigue sucediendo).
Quedarse en Ourense y adaptarse a la situación. Lo que suponía artimañas de
todo tipo: intentar hacer todas las gestiones por la "fresca", cuando
la había; a partir de mediodía cerrar ventanas y contras, en algunas
casas se llegaba a comer en penumbra; el agua desde primera hora se echaba en
porrones de cristal y se guardaba en el lugar más fresco de la casa, las
visitas se suspendían, a no ser que hubiera jardín interior en la casa (y de
esos había muy pocos), porque la vestimenta de andar por casa podría no ser la
adecuada para "recibir", al hilo de esto, sorprende escuchar a mis
viejos amigos recordar cómo les llamaba la atención ver a sus padres y abuelos
vestir de "manga corta", y algo que se ha perdido totalmente,
las tertulias de anochecida en el portal, para la que se bajaban las sillas a
la calle, esa costumbre aun hoy se practica en muchos lugares de España, pero
yo aquí la desconocía. Lo mejor del verano eran las visitas a cafés y
bares, donde en sus terrazas a la sombra se degustaban aquellas gaseosas que
suponían novedad, la eterna limonada, y su prima la naranjada se unían sabores hoy
poco demandados: Grosella, Zarzaparrilla, ... Y la otra opción era
intentar acudir a las riberas del Miño en busca de algo de aire fresco. Y ahí
es a donde quería llegar en mi “cuento” de hoy.
Hace
tiempo que os hablé del proyecto de la sociedad Deportiva fluvial; aquel grupo
de entusiastas de las actividades que en su entorno se podrían desarrollar. Lo
menos importante era la edificación "de madera" (poco iba a durar
cuando llegara el invierno) en la que se instalarían los almacenes de material,
piraguas principalmente, los vestuarios, e incluso una "imprescindible"
cafetería en la que poder consumir cómodamente un refresco a la orilla del
rio...
El proyecto
incluía el espectacular trampolín de saltos que sí, llegó a existir, una zona
de baño acotado, o lo que es lo mismo una piscina flotante, que no tengo
constancia de que llegara a hacerse y el servicio de alquiler de barcas, bien
para uso deportivo o para paseo, que de todo había, incluso se recuerda en el
32 las “Outboard” de Víctor Pemán y Monjardín, surcando el rio. En su día ya os
conté que el proyecto era tan extenso, que incluso contó con un gimnasio
ubicado en la calle del Paseo (aprox. enfrente de la subdelegación de defensa),
donde estaba también el local social del club.
Trampolín del Club
deportivo Fluvial.
La tragedia
del 36 dio al traste con este proyecto, pero en los ourensanos ya se había
sembrado la semilla de pensar en poder tener algún día una playa en la ciudad,
y en los cincuenta por fin… Fue al tener conocimiento de la playa que se
inauguraba en el año 55 en las riberas del Manzanares, cuando los ourensanos
pensaron que había que ponerse manos a la obra, el problema: el de siempre la
financiación; aunque no era el único. El segundo en importancia y que costó más
tiempo resolver era el del emplazamiento, la demanda principal era la de que
estuviera lo mas cercano y accesible posible, pero eso chocaba con los desagües
de las alcantarillas que también por comodidad se situaban cerca de la ciudad,
por ese motivo se descartó la antigua ubicación de la deportiva fluvial debajo
del puente nuevo, la siguiente opción y que ciertamente tuvo opciones fue en la
zona alta del Coiñal, mas exactamente el espacio entre la desembocadura del
Loña y el viaducto, libre de “malas aguas” y con magnificas oportunidades de
ampliación. Al final ya sabemos que fue en la orilla de enfrente, y un poquito
mas arriba. El caso es que de aquella ilusión del año 55 el tema se fue
dilatando y cada verano se retomaba, sin éxito, los mas de 4 millones de las
antiguas pesetas de las que se hablaba lo hacían irrealizable según parecía. Cinco
años hubo que esperar por el proyecto y que dieran comienzo las negociaciones
de los terrenos; tanto era el interés de la población que en varios casos los
propietarios cedieron parte de su tierra sabedores de que la zona se
revalorizaría, y de hecho no fue preciso en ningún caso hacer uso de la
expropiación; al tiempo las empresas responsables Suarez y Cachafeiro, hicieron
importantes bajas en sus proyectos, de aquellas solo se trataba de los
vestuarios, el acondicionamiento de las orillas y la construcción de una zona
de baño infantil; a mayores junto al bar flotante se instalaron unas balsas que
hacían las delicias de la juventud aunque algún problema generaban, la gente
las usaba para sujetarse en ellas entorpeciendo el uso de trampolín que querían
darle otros. Otro detalle que yo
desconocía, era el de que muchos ourensanos no subieron nunca al bar flotante,
según me cuentan, a la inestabilidad que presentaba la pasarela construida con
maderas y bidones se unía con frecuencia el exceso de gente circulando por
ella, y como causa principal el no saber nadar.
Fuera como
fuera Ourense estrenaba playa, pendiente quedaba la deseada piscina, pero ya
llegaría….

Entre las imágenes perdidas del ourense de los 60, el municipal dirigiendo el trafico era una de las habituales, pero lo que pocos recuerdan es que estos en verano tenían que llevarse una sombrilla para protegerse, y eso que no llevaban el casco metálico