Son casualidades. Hace ya un tiempo que tengo la foto de los amigos de la "Pandilla" de la alameda posando al lado de sus flamantes corceles, un mini y un seiscientos (alguno mas habria, porque todos esos leones no entran en esos corceles...), en aquel momento eran dos joyas que les permitian moverse a fiestas y discotecas del entorno de la ciudad. Con tal utilidad, su cuidado era una de las prioridades ya no solo del afortunado propietario, sino tambien de todo el entorno de amigos que en algun momento disfrutarian del viaje.
Por desgracia el tiempo como sabemos no se para con nada ni con nadie y va dejando su huella. En el mejor de los casos algunos sobreviven en manos de enamorados de lo vintage, en otros alguien decide que permanezca a la espera de que alguien se compadezca de el y se decida a dedicarle un poco de cariño. La tercera opcion es la mas desagradable de enviarlo al desguace y que se destruya definitivamente.
En el caso que hoy os muestro estamos en la segunda opcion, el flamante seiscientos que en los sesenta acompañaba a la pandilla, hoy se encuentra en un taller de la ciudad bien guardado pero pidiendo a gritos que alguien lo rescate. El, promete proporcionar aun buenos paseos, y momentos de diversion, lo unico que pide es una mano de pintura y una revision a su anciano motor. Conociendo los materialers y tecnologia de aquellos tiempos, no sera mucho lo que haya que reparar, y la chapa no la tienen mejor los vehiculos de alta gama.
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