Consejos y avisos

7/2/14

El Gran Hotel Ourensano (que no fue)


   Si os hablo de la Calle Pereira 2, seguro que la inmensa mayoría, no va a identificar la dirección, incluso si os digo que es en la Avda. de Pontevedra, alguno seguirá despistado. 

   En Ourense los mayores aun hoy  lo recuerdan como el edificio  Olmedos, y los de mi generación como Alfredo Romero; dos apellidos unidos durante muchos años en el mundo de los negocios.  Lo que casi nadie recuerda, es que este magnífico edificio, de comienzos del siglo XX, estuvo a punto de ser un referente en la vida social ourensana: El Palace Hotel de Ourense.

  A menudo cuando pienso en los hábitos de vida de aquellas épocas, no me resulta complicado recrear los bailes de Candelas del Liceo, o las reuniones de caballeros en el Casino, incluso el ordenado y elegante barullo que se formaba con algunas actuaciones en el Café Méndez Núñez. Por no hablar de aquellos paseos de las señoras ourensanas por la Alameda, cargando con metros y metros de delicadas y finas telas. el Palace es probable que hubiera supuesto un centro de reunión de toda la sociedad Auriense. 


  Cierto es que parecía que el solar ya estaba predestinado a albergar centros de la elegancia local, pues antes del proyecto del hotel, sus bajos estaban ocupados por negocios de reconocido prestigio en aquellos finales del XIX.
 La Sombrerería Francesa, haciendo esquina con la alameda, cuyo escaparate mostraba siempre el último grito de la moda parisina; fruto de los fabulosos viajes de sus propietarios, (la falta de ferias como las actuales, "obligaban" a largos viajes a los comerciantes que querían estar al día; que le pregunten a don Celso Ferro, lo que le costaba tener a la última su "Au Bon Marche" de San Miguel esquina Paseo). La afamada Relojería Suiza de Don Otto Bodmer, donde adémas de artículos de las mejores marcas, se podían adquirir relojes con la patente del propio Otto, autenticas joyas de la artesanía relojera. Y finalmente la Camíseria de José María Rodríguez, el sastre que se encargaba de atender los deseos de los caballeros de la vieja Auria y provincias cercanas; allí los Temes, los Méndez, los Leis, Puga, y démas apellidos, de honda raigambre tenían "cuenta y ficha" (la cuenta como es lógico para pagar y la ficha con las medidas del cliente, para no pasar por la incomodidad de cambiarse más que cuando los excesos alimenticios exigían una corrección), con lo cual su presencia solo era precisa a la hora de escoger tejidos, o para tener una amigable conversación con el propietario u otros clientes, que en el local siempre había una taza de café esperando por los buenos amigos.   

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