En los últimos tiempos, hemos visto desaparecer algunos de nuestros
más añejos comercios de Auria.
La entrada en vigor y el cumplimiento de los plazos que establecía
la ley de arrendamientos urbanos, ha sido la principal responsable, aunque no
la única, el difícil relevo generacional, y los cambios de hábitos de la ciudadanía
también han tenido algo que ver en el tema. Pero dejemos esos razonamientos a
los entendidos, (total que más da….).
Recientemente fue Chavalín, quien dejo su lugar a Sfera en el Paseo, próximamente será una parte de Bazar Orense la que deje una de las mejores esquinas de la ciudad a disposición de (probablemente) una de esas multinacionales que…, (ahorraros los mails, no voy a entrar a comentar ciertos temas en el blog),y hace unos días se fue la Armería Lira.
Esos son los que más suenan, por su céntrica ubicación, pero
no son los únicos. A finales de año, cerrara sus puertas uno de los bares históricos
de la ciudad, más concretamente del barrio del Couto.
El Bar
JACOME.
Ochenta años hace ya que don José Jácome Rogel, (de los
Melenchos del Couto), decidió probar fortuna en un barrio que se estaba
convirtiendo en el mas industrial de la ciudad: el Couto. La apertura de serrerias, talleres mecánicos e industriales, lecherías y sobre todo la
fundición Malingre demandaba con
insistencia la apertura de negocios de “apoyo”, sobre todo bares y
restaurantes.
Abrieron de aquellas en un espacio muy limitado, Ervedelo
cruce con Jesús Soria, el Pancho (estaba
justo en la esquina, donde no hace mucho estaba la farmacia Gasalla), el Quenlle
(pegado al anterior, creo que hoy está en ese bajo un Kebab) y el Remache, , y su objetivo primordial era dar de comer a la gran
cantidad de trabajadores que a diario se concentraban en la zona. Junto a ellos
don José Jácome abrió su bar restaurante el 18 de mayo de 1934.
Cocina casera, casi siempre de cuchara, y como diría Arguiñano
con fundamento; no había florituras ni siquiera carta, (aprovecho para
felicitar a los profesionales del restaurante Nova, que tan agradablemente nos
han sorprendido estos días con la consecución de una estrella Michelin, BRAVO…..)
la única decisión posible era entre vino y agua, y si eras de los habituales podías
inclinarte por el blanco o el tinto.
Tampoco en cuestiones de elegir mesa se podían permitir remilgos, y así
era que según se llegaba, se ocupaba un hueco en la mesa que se pudiera. Alguno
ya se estará preguntando, si las cosas eran así, ¿Por qué la gente iba a comer
allí???. Y más de uno ya se habrá imaginado
la respuesta, la destreza de la cocinera, la calidad de los productos, y el mas
que ajustado precio de lo que en aquellos tiempos se llamaba cocina de obrero; llevaban
a los parroquianos a formar colas para comer allí.
Me cuentan que a diario*, se servían bastantes más de 100 comidas, y eso
en un local de unas diez mesas y poco espacio, no permitía florituras. Aun a riesgo de que alguno de mis lectores se
escandalice, me comentan que uno de los pocos platos que en plan delicatessen
se servían (algún domingo), era el “Gato Montes”, pero no se trataba de un
engaño tipo gato por liebre, si no que era Gato Montes con todas las de la ley,
(hoy sería un delito perseguido, pero de
aquellas…), ni lo probé, ni tengo intención alguna, pero parece ser que después
de un periodo de tres días macerando en vinagre, y al frio de la nevera de la pescadería
cercana, se elaboraba un guiso espectacular.
No sé si el plato lo mantuvo en la carta mi querido maestro,
Don Antonio Rodríguez Fernández, “Pucho”, (de los Guirrotes del Puente), yerno
del anterior propietario, quien en el 63 se hizo cargo del restaurante, al
tiempo que lo compaginaba con su trabajo de maestro. Pero lo que si mantuvo fue
el plato único, y el resto de las normas de la casa, cuando algo funciona …… Permitidme que a modo de anécdota comente este detalle que
habla de la fidelidad de los clientes, cuentan que Máximo un carretero de la
zona, con frecuencia paraba a tomar un vino en el Jácome, hasta el punto que
fuera cual fuera su intención, (parar o no parar), su caballo siempre paraba
delante del local, cierto es que siempre había una cunca para el Máximo y otra
para el equino, a lo mejor …..
Con el tiempo su hijo José Manuel Rodríguez Jacome fue tomando el
relevo, pero las modas han ido cambiando, y los parroquianos de hoy en día no tienen en el barrio su puesto de trabajo; cerró la fundición, y la inmensa mayoría de aquellas
empresas que demandaban los servicios del restaurante, con lo cual el local se reconvirtió
en bar taperia, y así se ha mantenido durante estos últimos años
Ahora la jubilación se avecina, y el relevo no aparece, un
bar es muy esclavo, y los jóvenes buscan otras salidas. Así que a finales de año le diremos adiós a
otro de los Históricos.
Adiós
Pucho (que así lo conocí yo y muchos de vosotros).
En un futuro intentare dedicar una entrada al viejo maestro,
Don Antonio “Pucho”. Y os contare la historia del pajarito que amaestraban en el local, pero eso sera otro día.
*jornadas de lunes a sábado; de aquellas solo era festivo el
domingo, ¿recordáis que los sábados por la mañana teníamos que ir al cole?, no
a clases normales, bueno los castigados sí, pero muchas de las actividades eran
ese día, y eran obligatorias.
Los nombres de los bares Remache y Quenlle me los facilita la amiga Loli Sanchez, que aunque ahora reside lejos del barrio se nota que sigue sintiendose del Couto. Gracias
Los nombres de los bares Remache y Quenlle me los facilita la amiga Loli Sanchez, que aunque ahora reside lejos del barrio se nota que sigue sintiendose del Couto. Gracias