No hace mucho tiempo, tuve el placer de conocer a Gonzalo Belay, un hombre al que podemos definir perfectamente como ejemplo de alguien "polifacético" fotografía, radio, periodismo etc, todas sus aficiones, las convirtió en profesión, y en todas dejo huellas de su buen hacer.
Ya me ha dejado alguna fotografía que está en el blog, pero en esta ocasión se animó a facilitarme el comentario y la imagen, todo un lujo. A ver si coge carrerilla. Me he atrevido a ponerle el titulo sin comentarselo, espero que le guste!!
Muchísimas gracias Gonzalo.
Lo prometido es deuda, así que te adjunto una foto curiosa que hice por pura casualidad en el año 1965 y recibió más de un premio en alguna exposición. Posiblemente vendría de hacer algún trabajo por el casco antiguo y al pasar por la calle de Hernán Cortés, en la pequeña plazuela que la une a la calle de la Libertad, estaban estos niños y niñas jugando en su mejor “parque temático”, que era el viejo coche del panadero que tenía el horno allí mismo, en el edificio de la derecha, y que había comprado una furgoneta DKW que “era” lo último y lo único que había… digamos… moderno. Así que el viejo cacharro del reparto del pan estaba allí tirado y abandonado. Los niños, ahora, podrán tener entre 55 y 65 años, y seguro que si ven esta foto se reconocerán. Quizás aparenten desarrapados, pero era lo que había en aquellas fechas, y seguro que algunos serán funcionarios, profesionales liberales, técnicos… o simplemente empleados o emigrantes. ¡Quién sabe lo que la vida les haya podido deparar! Sería estupendo que alguno se reconociese y nos contase su historia y la de esta pandilla de niños y niñas.
La evolución de aquellos coches preparados por chapistas y aprovechados de viejos taxis o de lo que tras la Guerra Civil fue quedando, a furgonetas como la DKW (con motor de dos tiempos como las motos) fue un paso importante en el aspecto del parque automovilístico, y de la misma manera que evolucionaban los coches fue evolucionando la educación de los niños y la ropa; y, con el salto cualitativo que suponía todo esto, la sociedad fue cambiando de manera notable. Se dieron dos circunstancias motivadas por la emigración a Europa: por un lado los emigrantes “conocieron” otra sociedad con otras libertades que en la Dictadura en España eran inconcebibles, y por lo tanto, ampliaron sus conocimientos y mejoraron su situación económica y su concepto de la libertad; en paralelo, a sus hijos los internaban en colegios como los Escolapios de Monforte, los Salesianos y los Maristas (que regresaron a Ourense por aquella época) o los Jesuitas, en Vigo. Así que los padres aprendieron, mientras estuvieron emigrados, y los hijos en los colegios se formaron cuando menos en el Bachillerato, y bastantes siguieron carreras universitarias.
G. Belay P.
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