Ourense, y principalmente la zona del Sil, ha sido cuna y sede de unos de los más originales trabajadores viajeros que se conocen: Los afiladores
Aprovechando un artículo que en 1903 la revista “Alrededor del mundo” les dedicó a estos esforzados trabajadores, podemos conocer un poco mas de sus modos de vida. Se echa en falta alguna mención al lenguaje que ellos mismos crearon, El Barallete, pero puede que sea por su interés en mantenerlo en secreto.
El minifundio tradicional ourensano, permitía “casi” comer en los años buenos, pero en los malos era causa de hambre y pobreza. Ese fue el motivo principal de que muchos jóvenes, (y no tan jóvenes, que algunos se jubilaron en el oficio) decidieran “arrancar” al comienzo del invierno, e intentar ganar unos “duros” que le permitieran aguantar hasta la siguiente cosecha; es sabido que no solo el oficio de afilador se llevaba a la juventud; el servicio domestico, la construcción, y el trabajo en las grandes fincas de Castilla y Andalucía, también se nutrían de estos ourensanos; la diferencia estaba en que el afilador tenía claro que regresaría durante el año, y los otros ….
Fabricarse, o comprar una rueda, era la única exigencia a cumplir; ya que el resto era cuestión de sufrimiento y “zapatilla”; el programa a seguir era tan sencillo como coger carretera y en cada pueblo hacer sonar el “chiflo”, para que los parroquianos supieran de su presencia por si querían afilar sus herramientas. Generalmente el destino era Madrid, donde había más posibilidades de ganar dinero pero en ocasiones según fueran las cosas se podía acortar o alargar el viaje.
El regreso en función de como hubiera sido de rentable la temporada se hacia de nuevo a "zapatilla", o en plan lujoso, cogiendo un tren.
En otra entrada os hablare de sus originales herramientas
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