Me envió el amigo Belay, estos datos, hace unos días, y me hizo recapacitar.
Revisando entradas pasadas, descubriréis, que en una época me identifique con “Os Graxos da Burga”, aunque solo fuera por haber jugado donde ellos tenían su “Casino”, detrás de la Burga. Ahora al leer los datos de Gonzalo, tengo que admitir, que por mi cabeza paso la idea, de que yo también podría haber sido “sobrino de un Párroco”.
En mi caso creo que no le tengo que agradecer el hecho a las “señoritas putas” de la ciudad, si no a que el bueno del Adelmo, al margen del nombre, que sí que es de cura (o mas bien de frade Franciscano), poca vocación tenia.
A lo mejor también es justo advertir que estudiar en el seminario, al igual que hoy en día, no condicionaba aunque si facilitaba el acceso a los estudios eclesiásticos. La época del padre de Gonzalo, no sé si sería igual.
Una última aclaración, por mis datos las barracas a que se refería el "páter" Gonzalo, debían estar más bien en la calle de la Gloria hoy Arcediagos, Arcedianos; donde estaban ubicadas las pulperías, figones y bodegas más visitadas del antiguo Ourense, (otro día recordaremos la historia que contaba don José Adrio sobre una cena de “conejo” interrumpida por la autoridad pensando que era reunión clandestina.)
Hoy aquí tenéis el jugoso recuerdo que le pasaron al amigo Gonzalo Belay.
VIEJAS HISTORIAS
Mi padre, antes de nada fue seminarista. El Seminario estaba en el edificio que está a un lado del ahora “Episcopado” (que hasta hace unos años que se les cayó la cara de vergüenza porque Jesús nació en un corral y los obispos viven en palacios, era “Palacio Episcopal” y aun se nota dónde estaban estas letras), que también fue sede de Cáritas… o sea: donde estuvo la estatua de Concepción Arenal.
En donde ahora está Alfredo Romero me contaba mi padre que “había” unas casetas casi a la entrada de la Plaza Mayor. Pues bien, esas casetas eran el barrio de las putas y los seminaristas no estaban internos en el seminario, sino que al terminar sus clases se iban a sus respectivas casas… así que pasaban por delante de las casetas de las putas, cruzaban la Plaza Mayor y se desperdigaban por Colón, Hernán Cortés, Libertad…
Según me contaba mi padre, los seminaristas más mayores (cercanos a terminar los estudios) entre los que estaba él, solían, dicho en términos del motor, “ralentizar” su paso por esa zona, incluso parece que a casi todos se le calaba el motor más de lo normal y tolerable en quienes iban a ser “ministros del Señor”. Llegó a oídos del obispo todo esto y el hombre montó en cólera y se cargó a uno o dos cursos completos, porque era un escándalo que los misacantanos fueran de putas, pero los obispos podían vivir en palacios sin escandalizar a nadie. Y más de uno tener “barraganas”.
Siempre en el relato de mi padre, aquellos seminaristas brillaron en la vida profesional por la gran formación que traían si consideramos el analfabetismo reinante. No recuerdo nombres; ni tampoco el del obispo. En cuanto a mi padre se encontró en esa edad con muchos conocimientos pero hijo de un modesto sargento de la Guardia Civil y decidió alistarse voluntario en el Ejército. En aquella época las familias pudientes pagaban a otro para que “hiciese la mili” en el lugar de su hijo, así que apuntarse voluntario… Del Ejército pasó pronto a la Guardia Civil donde despuntó y logró retirarse de capitán. El 99% de los soldados eran analfabetos y en la Benemérita semianalfabetos. En la vida civil tener la formación que tenían aquellos muchachos era un buen punto de partida.
De todas formas estoy particularmente agradecido a aquellas putas, porque por ellas estoy aquí sin necesidad de ser “sobrino” de un párroco, contando esta historia que, como dijo el clásico “si dijeses ser comento… como me lo contaron, te lo cuento”.
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