Pocas veces me ha hecho tanta ilusión encontrar una fotografía en mis lecturas de prensa antigua.
Estos días de descanso navideño, me encontré con esta entrevista que le hicieron a "Mi peluquero", Pepe, que así era como le llamaba con mis poco más de 4 o 5 años. De esa época se me viene el recuerdo, tal vez ya me esquilara con anterioridad, pero mi recuerdo me coloca con gafas puestas y el maldito parche del pirata en el ojo. (Otro día os explicare ese tema).
Mi vida en aquellos tiempos transcurría de manera habitual en la zona del Posío, allí estaba la casa de mis abuelos, y la de mis tíos, (Manolo de Chocolates Nuestra Sra. de los Remedios), es por ello que mi primer parque de juegos fue el gran Posío, y por añadido mi primer peluquero, Pepe.
Me entero hoy con vosotros de que su nombre era José Fernández Gallego y por desgracia no puedo recordar el nombre del “oficial”, personaje regordete y no muy alto del que recuerdo su simpatía y buena mano con los clientes como yo, los que no levantábamos medio palmo del suelo, y en las esperas de turno podíamos convertirnos en un auténtico suplicio... cierto es que en los primeros años mi madre no me dejaba solo, pero en cuanto vio que Pepe, con poco más de una mirada conseguía controlarme, paso a dejarme ir solo. El truco de Pepe con la mirada, consistía en que cuando me veía algo nervioso, con un leve movimiento, me indicaba que podía levantarme y ver si en el cestillo de los caramelos, (no estaba a la vista, solo conocíamos su existencia algunos privilegiados), encontraba algo que me "interesara".
Decía en la entrevista el bueno de Pepe, varios detalles de la profesión, como el de que había profesionales sin servicio al público, en referencia a los que trabajaban de manera exclusiva para las sociedades importantes, el que mas tiempo funcionó, fue el del Liceo, del que precisamente si no me equivoco fue Pepe el ultimo, que ocupo la plaza.
Otro día seguro que retomo el tema, aunque sea “por los pelos”, hablando de otros profesionales que durante mi “larga” vida que no melena he conocido. La peluquería Paris, fue la de mi juventud, (contaba con la ventaja de que yo podía ir, sin pagar, mi padre se encargaba de hacerlo, motivo por el cual en esa época mi cabellera estaba muy bien cuidada. Jajajaja), con algún paso por la Salamanca, y en los últimos tiempos varias opciones: el bueno de Aurelio en Marcelo Macías, al que reconozco haber abandonado por vagancia personal. Y hoy en día en manos autorizadas, del decano de la profesión, el gran Jorge Cachaldora de los Seoane.
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