Se me hace difícil, reconocer que una factura puede encerrar
cierta belleza; pero creo que es posible.
Me han hecho llegar unas viejas facturas, de negocios Ourensanos, afortunadamente ya
están pagadas, porque aunque su importe pueda parecer bajo, si hacéis números,
es probable que os llevéis un susto. En su momento se emitieron a nombre de un
influyente ciudadano Ourensano, al cual hoy dejare en el anonimato. En
su lugar he puesto mi nombre, (pero no admitiré el cargo, a no ser que me hagan
llegar la mercancía que yo no recibí).
Hoy en vez de hablaros de quien las emite, o quien las
recibe, se me ocurre una reflexión, al hilo de un artículo que poco antes de
recibir estas facturas, había leído. En él, un conocido periodista, se lamentaba
de la progresiva desaparición de las “bien” llamadas tiendas de conveniencia;
aquellas a las que ibas sin dinero ni tarjeta, o mandabas al niño sabiendo que
le atenderían con toda la amabilidad a pesar de no ver un duro en el momento.
Ese servicio y atención, impagable; muchos lo justificaban
en un exceso de precio de sus productos; y yo cabezón como soy, no me lo creo. No discuto que algún comerciante pudiera
intentar aprovecharse que de todo hay, pero en líneas generales nunca existió una
gran diferencia de precios entre ellos y las grandes superficies, (no citare
nombres); es más, posiblemente al margen de los productos gancho, (tipo leche,
pan, agua etc.,) con los cuales se hace una competencia desleal a cuenta del
productor, ¡y así les va! (a los productores). El resto de productos no tienen
gran diferencia, y si no haced la prueba…, os llevareis unas desagradables
sorpresas.
Ahhh, me olvidaba; a los artículos de la gran superficie sumarle
los costes de gasolina, ruedas etc. del coche que os va a hacer falta, o el
billete de autobús; que a pie pocos vais al centro comercial, no????
Un recuerdo a Mariano,
La Favorita, Plus Ultra, Santorum; son algunas de las tiendas a las que me
mandaba mi madre para hacer los recados de urgencia, y a parte de tratarme muy
bien, siempre salía con alguna chuchería, para endulzarme el “duro” trabajo.