Algunos capítulos de la crónica negra Ourensana ya os he relatado, pero creí necesario hacer una presentación en la que incluyo antecedentes y pequeños casos que no tienen magnitud para convertirse en grandes titulares, pero no conviene olvidar..
Se sufrieron catástrofes naturales de la
magnitud de la ocurrida en las Ermitas,
A Bola; donde un corrimiento de tierras sepulto varias casas con todos sus
ocupantes (año 1909); o la del Rayo que penetro en la iglesia de San Salvador de Piñeiro, Allariz, segando la vida de 25 personas
y dejando más de 100 heridos (año 1902), o las varias crecidas del “humilde” Barbaña, que en más de una ocasión ha
arrastrado en sus aguas alguna vida ; estas son catástrofes prácticamente
inevitables. La naturaleza no acepta las normas de los hombres y nosotros nos
empeñamos en alterarla.
Existen las que
citamos como accidentales, en las que la mala suerte se erige como causa
principal, aunque en ocasiones también concurran en cierta medida, negligencias
humanas. En este grupo se pueden incluir, desgracias como la del tren que en
marzo de 1915 se vio arroyado por una piedra de enormes dimensiones, cuando
circulaba entre las estaciones de Frieira
y Filgueira segando la vida de 14 personas y dejando un saldo de más de
treinta heridos. Otro siniestro que podemos considerar “accidental”, es el de
la calle Ervedelo, Ourense (de
aquellas Avda. de Francia), donde en una lluviosa jornada se vino abajo la estructura del
edificio que se estaba construyendo al lado del ponte Pedriña (año 1935), fallecieron nueve obreros y
otros siete resultaron heridos de gravedad. (Releyendo la prensa de la época,
se puede deducir que desde el primer momento se intento culpabilizar a los
constructores, para eludir responsabilidades de otros posibles culpables, ahora
ya no tiene sentido buscar culpables, supuestamente ya se castigo e indemnizo a
cada uno....). Y como accidente también se podrían incluir los múltiples
naufragios habidos en el Miño,
cuando a su paso por la provincia muchas barcas lo surcaban para ocio, pesca, o
transporte y con demasiada frecuencia se producían accidentes, (por mis datos
arrojan un saldo de fallecidos de varios centenares, sin haber hecho un estudio
concienzudo).
Otro grupo de casos lo componen multitud de
altercados, por desgracia demasiados con víctimas mortales que acontecieron en
el periodo comprendido entre 1931 y 1936, uno de los más recordados sin duda es
el tiroteo en La Bilbaína (Café
cantante situado en plena calle del
Paseo), que se saldo con dos muertos de manera directa y varios más en los días
siguientes. Aunque para los amigos de estas crónicas seguramente que poder ver
las marcas de los disparos durante las revueltas
del ferrocarril (1932), en las columnas de la plaza Mayor (al lado del
Trampitán) y en la esquina que sube a la
catedral (próximo a Lumeal interiorismo), que segaron la vida por un rebote
accidental del joven Genaro Ortiz.
Y para terminar, citare alguno de los crímenes que la sin razón, y casi siempre la codicia han llevado a seres humanos, a tener actitud de depredadores frente a sus semejantes. Pocos recuerdan hoy uno de los casos que durante más tiempo a tenido a nuestra ciudad en las portadas de la prensa nacional: El asesinato del Federal, (aquí se conocía como el caso del Marracú), en enero de 1919, A.E.C. “El Gallego” convence a A.F.V. “El Marracú” y a otro amigo “El Valentón”, para ejecutar el crimen perfecto, y apropiarse de una buena cantidad de dinero, matando al “Federal”. El móvil económico fue también el que condujo a la muerte de don Juan González en San Clodio, allá por febrero de 1896; el caso sería similar a tantos otros, si no fuera porque el asesino en este caso, se convirtió en el último reo ajusticiado en nuestra provincia por El Garrote; ocurrió entre el 12 y 13 de diciembre de 1896. Alguno fue una tétrica chapuza, como el fallido asesinato de la central telefónica de Progreso (año 1916), donde la victima consiguió salvarse después de recibir dos golpes con un pico. (Eso sí, su cuerpo iba a ser enterrado entre cajas de “Moet Chandon” y de Sidra “el Gaitero”). El asesinato de la Burga. El de las Caracochas etc.
En la fotografía de “Vida Gallega” vemos el agujero que estaba preparado para enterrar a la víctima del intento de “asesinato de la central telefónica”.
Probablemente uno de los más recordados sea el caso del Metílico, por su repercusión nacional, y el daño que hizo a una incipiente y tradicional industria ourensana. (El amigo Fernando Méndez ha escrito Metílico 50 anos envenenados, un libro que recoge en detalle todo lo relativo al caso. Editorial Sotelo Blanco). O el trágico y al mismo tiempo casi cómico del señor que junto a una gallina pereció a orillas del Barbaña.
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