foto 1970 Pura Val
En la foto que me presta la amiga Pura, se aprecia la
entrada del local con aquellos sacos de legumbres a granel y los exquisitos
cacahuetes tostados que los niños comprabamos y en algunos casos, después de
pasar un rato desgranándolos, hacíamos un agujero en la miga de un trozo
de pan y nos comíamos un bocadillo de maní. ¡Después los americanos que
lo copian todo, inventaron la crema de cacahuete para untar! si lo hubiera
patentado hoy sería multimillonario......
Que muchos de los comerciantes y empresarios que se
instalaron en nuestra provincia venían de Castilla la Vieja y la Maragatería,
es algo que ya sabíamos, pero en mis últimas lecturas de prensa antigua
buscando información me ha llamado la atención que en varios casos es la
aceituna o su dorado jugo lo causa de su venida…. Hay más casos ya os lo
adelanto; uno, quizás el más conocido, sea el de la saga de Los Cuevas, que inició don Francisco allá por un lejano 1867: venía buscando aceite para llevar
a su Tierra de Campos y terminó instalando una gran empresa distribuidora en
Ourense. Hoy sin embargo no toca hablar de Cuevas, si no de otra empresa que
con la aceituna por bandera esta en el recuerdo de varias generaciones de
ourensanos.
En el
año 1935 decidió Don Rufino Hernández, abandonar su Serranillos natal (Ávila) y
con la compañía de una mula recorrer Galicia vendiendo aceitunas. Contaba que
no era un trabajo fácil y mucho menos agradecido; solo imaginar lo que sería en
aquellos años 30 un viaje a Lugo, con una mula y toda la mercancía buffff. (Incluso
llegaba a Ferrol... eso sí que eran andainas).
No era vida que se pudiera aguantar
mucho tiempo y tan pronto le fue posible se asentó en la ciudad (hacia comienzos
del 1937). La escusa se la dio su hermano al que llamaron a filas en la guerra
y dejaba una pequeña infraestructura comercial en Ourense y provincia, que
Rufino aprovecho para instalarse. Interminables paseos con su balde de
aceitunas, en los que lo mismo entraba en cinco bares y vendía toda la
mercancía, que pasaba toda la tarde “saltando” de la Alameda al Posío para
vender las aceitunas en cucuruchos de a real; los días que no cogía sus baldes
y se acercaba a cualquier villa que tuviera feria…. Ese fue su trabajo durante
casi dos años, que se dice rápido, pero se hace duro.
Cartel original procedente de una foto de Manuel Sendón |
Por fin, en 1938 a pesar de la situación del país,
Rufino consigue reunir unas “perras” para abrir su local. Posiblemente en
recuerdo de su pueblo, La
Serranilla fue el nombre escogido para el negocio, y
aunque un gran cartel lo anunciaba en la entrada, pocos de los que lo conocimos
nos acordamos de él con ese nombre, para Ourense, siempre fue "El
Aceitunero".
Le contaba en el año 53 don Rufino al gran Francisco Álvarez
Alonso (redactor de La Región) que no fue fácil comenzar, porque el público Ourensano no tenía entre sus costumbres el consumo de la oliva, pero poco a
poco el producto se fue haciendo popular, de unos 100 kilos de venta mensual en
los inicios había pasado a 1300 en 18 años.
Seguramente muchos de vosotros sabréis mas que yo
de este popular negocio; aunque si hecho cuentas, me parece recordar que yo conocí
a don Rufino, y a su señora, creo que también me parece verla casi
siempre delante del mostrador repleto de
buen género, y que a falta de flores que lo adornaran lucía unas hermosas
ristras de pimientos choriceros que daban colorido. A decir verdad no es que
hiciera falta más color; entre las latas que poblaban las
estanterías y aquellas grandes tinajas repletas de gordal y manzanilla que
flanqueaban la entrada daba gusto entrar allí. Encurtidos, salazones,
embutido, quesos, especias, frutos secos, poco a poco aquello se iba pareciendo
a lo que hoy llamaríamos tienda gourmet. Me comenta mi amiga Julia
Victoria García que era el único sitio donde se conseguían pipas secas (no
tostadas) y un día la esposa de Rufino pensando que las compraba para dar a los
pájaros, le dijo: “mucha pipa come el loro” , Julia instintivamente echó la mano a su nariz….
Esta tienda y mi añorada “La Favorita”, tenían
en el mostrador un artilugio que desconozco el motivo, pero siempre llamó mi
atención, llegando en alguna ocasión a ser responsable de algún coscorrón
materno o de mi abuela; se trataba de la cizalla que utilizaban con maestría
para cortar el bacalao, ¡yo ya desde aquella tierna edad pretendía cortar el
bacalao y 50 años después aún no lo he conseguido! Que iluso era y soy….
Lo que yo no sabía, era que muchos conocían la tienda por “la del
Sordo”, y que entre las diversiones de la juventud Ourensana entraba el rapiñar alguna oliva cuando se podía, o salir
corriendo con un puñado de cacahuetes, pecados veniales pero que seguramente no hacía ninguna gracia al perjudicado, ahora que lo pienso quizás esa fuera una
de las causas de que no les gustara estar detrás del mostrador, bueno también
no les quedaba más remedio que estar cerca de los barriles y sacos para servir
la mercancía, ¿Quién sabe???.
A la siguiente generación, la recuerdo perfectamente
aunque para los nombres soy un desastre, la nuera creo que se llamaba Ángeles
Cofán pero el hijo no lo sé. Lo que sí puedo decir es que supieron mantener la
esencia de aquel entrañable negocio mientras fue posible, finalmente aunque
según mis informantes ya de la mano del nieto, el negocio ha crecido muchísimo
y sigue distribuyendo los mismos productos, pero ya no al por menor.
Gracias a Pura Val por la fotografía. Y a
un buen grupo de amigos que me ayudan
contándome sus recuerdos: Alberto Ivanich, Mª Teresa Rodicio, Ana Glez. Arean,
Margara Froix, Isabel Fábrega, Jorge Huertas, José Castro….
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