No hace muchos días que mencione uno de los locales que mas
historias podría contar de esta nuestra Auria, era el mítico Paraíso.
Aquí os
dejo un enlace al texto de ese día.
Hoy gracias a Miguel Carballo, y a las confidencias de una
amiga que de momento no citare, podemos acercarnos a la verdadera:
Historia del PARAISO
El se llamaba Francisco y ella Concha. Se casaron en los años treinta. Al poco estalló la desgarradora guerra civil que durante tres años devasto a España. A Paco le pillo como a la mayoría de los de uno y otro bando, sin ser “sabedor” del tipo de patria que se pretendía crear. Dígase que el azar, el entorno, o cualquier “argamasa” circunstancial, coloco a nuestro amigo en el bando nacional.
Una bala en la cabeza, en el año 39 acabo con la vida y los sueños de Paco (Un asunto turbio nunca esclarecido). Ocurrió en la frontera con Portugal, allí servía de Carabinero del Reino.
Concha dos años antes, había dado a luz, a una preciosa niña, que ahora en una época especialmente inestable debía sacar adelante. Mujer de carácter, no se arredra y está decidida a encontrar su lugar y forjar un futuro para su familia; va a tener que hacerlo sin la protección de un hombre, en un tiempo tan proclive a ensalzar lo masculino y dejar a la mujer relegada a las tareas domesticas y a ser madres.
Concha podría haber sido costurera, o quizás empleada de hogar, arriesgándose a tener que aguantar a un jefe cerril que la ningunease y quizás dada su condición de viuda desconsolada pretendiese calmar sus aristocráticas ansias de manera “poco piadosa”, (algo tan frecuente en aquellos años). Pero hace mucho que Concha a pesar de no conocer a Rosa Luxemburgo, si que conoce la condición humana, y ha decidido ser su propia jefa y dar a su hija una educación digna, protegiéndola de las penurias de este mundo.
Recapitulemos. Al quedarse viuda, Concha regresa a su natal Montederramo, donde su familia tenía buenas tierras. Pero la idea de Concha esta en buscar su futuro en la ciudad, a la que regresa tan pronto puede.
Tiene dos hermanas, una se irá para Vigo, y la otra acaba regentando una pensión en la calle de Colón, luego de años siendo ama de llaves del párroco de la Trinidad. Ella trabaja durante un tiempo en una fábrica de sacos de cemento que había en la avenida de Zamora y en alguna casa como asistenta. Todo lejos de sus sueños. Eran los comienzos de los años cuarenta y madre e hija se han instalado en un piso de la calle del Villar. Conoce entonces a un prospero constructor de la ciudad con el que comienza una relación. Este es quien como hábil negociante y a la vista del espiritu luchador de Concha le aconseja montar un bar en el bajo de la misma casa. Es así como nace el "bar Conchita".
A poco de abrir, el local se convierte en uno de los puntos de reunión de las chicas de “vida alegre” de la zona, allí encuentran amparo y respeto. Concha se maneja bien en ese ambiente cuya moralidad decide nunca cuestionar. Su economía mejora, y esto le permitirá abrir una cuenta de ahorros con la que llegado el momento podrá enviar a su hija a estudiar en un buen colegio de Madrid.
Su pequeña no tuvo la paciencia que requieren los estudios y antes de dos años regresa. Concha la mantuvo siempre al margen del mundo que se movía bajo sus pies y soñaba como cualquier madre en un futuro holgado y prospero para su hija, y aunque así lo hubiese querido, su hija no se caso por un trono con un príncipe envarado y rico sino que lo hizo por amor con una suerte de atractivo y carismático aventurero con el que aun hoy en día es feliz. Pero esa es otra historia.
A principios de los sesenta ya abuela, con los ahorros de años de trabajo y una tardía pero bienvenida paga de viudedad, (veinte años tardo el régimen autocrático que gobernaba España en conceder la merecida y necesaria paga de viuda de guerra a nuestra dama). Se decidió a traspasar el bar (por setenta mil pesetas) y compro un piso en un barrio de la periferia. Allí vivió hasta su muerte en 1980.
El bar Conchita una vez traspasado cambio su nombre por el más conocido de “El Paraíso”.
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