Fotografías propiedad de Miguel Carballo |
Parecía un personaje Valleinclanesco. Era de cuerpo menudo y rostro casi caricaturesco, con una nariz grande y colorada y una dentadura ruinosa que exhibía con un desparpajo que movía a chanza. Un alma hermosa en un cuerpo poco agraciado
Entre mis lectores, algunos comparten conmigo el gusto por los retratos de personajes del ayer; escritores, ideólogos, políticos, empresarios, acompañan entre mis archivos a otra clase de personajes, que con más o menos fortuna en la vida han formado parte de la historia de nuestro Ourense; son esos que yo llamo entrañables.
Hace unos días mi amigo Miguel Carballo, me “presento” a una señora que no tuve la suerte de poder conocer en vida, pero gracias a sus fotos y textos que está recopilando; a costa de exprimir las memorias de su entorno, ya es como si la hubiera conocido.
El otro día la "lleve" al programa de Nora, y hoy os la presento de forma oficial en el blog. Aunque será Miguel Ángel Carballo quien lo haga por mí. (Tengo varios textos que compartiré con vosotros, pero este que encabeza la entrada es el que más me gusta).
Tuvo algún novio de joven, con uno incluso se dijo que llegaría
a casarse, pero ella era demasiado libre y vivió a su manera; como le dio la
gana. Se acostó con quien pudo y eso no fue poco. Se bebió todo el coñac de las
botellas y más, hasta regresarse al pueblo de alguna fiesta y dormir donde la
borrachera la tumbara, aun que el frio fuese de guadañas.
Trabajaba más que
cualquiera. Tenía un hermano aquí y otro en Washington. Trabajaba las tierras de
su hermano de sol a sol o bajo la lluvia hasta calarse y luego iba a
secarse a la lumbre de cualquier vecino fingiéndose con sueño para pernoctar allí
mismo.
Su hermano desde Norteamérica se compro la casa más grande del pueblo,
(que no la más rica). Se la arrendaron a un medico de Ourense que fue a ejercer
allí. Si el médico tenía que desplazarse lejos a horas intempestivas era Carmola quien a lomos de una cabalgadura, le
llevaba donde quiera que fuese. Al pasar los años y una vez que su hermano y Carmola
quisieron recuperar la casa como quiera que el médico económicamente pudiente
se negaba a abandonar la casa, fue que llegaron a pleitear. El hermano emigrante
que gozaba de buena posición puso los medios y la casa volvió a sus dueños. Aunque Carmola prefirió vivir en
su más modesta casa de la cima del pueblo, buscando quizás su parcela de
independencia y no fue hasta sus últimos años, que se bajo para la casa grande
y se dejo cuidar por su sobrina; por desgracia esta le precedió a la hora de
morir; su sobrino político, por trabajo y por ser un hombre no
pudo dar a la anciana Carmola los mimos que a esa edad se requieren.
A pesar de su azarosa vida vivió hasta edad avanzada y sin
ceder un ápice en sus pretensiones de
combatir el tedio con un buen trago. Si dios le hubiese dado la gracia de ser
poeta, hubiese sido como la atormentada Emily Dickinson, o la rebelde y libertina Wallâda Al Muskafi; pero porque ella así
lo quiso, su vida fue un tango y ella un poema.
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