Revisando datos y recuerdos, en la búsqueda de viejos lugares de copas; en varias tertulias, surgió el nombre de un local, aun recordado por los hechos que allí ocurrieron.
En la calle de Lepanto, se encuentran los restos de lo que en su día fue una “casa con pretensiones" de la vieja Auria, (casa del Inquisidor), probablemente la morada de un hidalgo de escasa familia, o un anexo del antiguo palacete de los Méndez Montoto, hoy Museo Municipal, (al que si la lógica se impone se unirá en un futuro); es su seña de identidad una cadena de piedra que adorna su fachada, y el escudo que indica sus orígenes. Ignoro la historia anterior de esas paredes y únicamente puedo hablar sin aportar excesivos detalles de sus últimos tiempos.
Con tradición de vieja tahona, durante años su único distintivo, era la leyenda: Bar Albino, Vinos y Comidas escrito con letras rojas sobre los cristales de la fachada, (con el tiempo resaltaban mas ya que los cristales fueron blanqueados con pintura para ocultar el interior de miradas indiscretas). Dentro quedaba el recuerdo de menús de plato único regados con abundante vino “de casa”, que engañaba los estómagos mas que alimentaba. Pero eso era el pasado; en los setenta, acabándolos ya, Doña Paca daba cobijo y organizaba el trabajo de un par de meretrices, de las que escapaban del tumulto de la calle del Villar; copas de aguardiente, sol y sombra, hierbas y de vez en cuando algún señorito que entraba, marcaba diferencias desempolvando la botella de Whisky. La tarde se pasaba entre naipes y alguna trifulca, siendo la noche el momento álgido, un viejo Pick-up portátil al final de la barra se empeñaba en rasgar el mismo surco del vinilo y ya casi no se entendía a Miguel Gallardo con su sugerente “Hoy tengo ganas de ti”, que tanto le gustaba a “la Luisa”, tanto que Paca quería tirarlo, que de rayado que estaba casi prefería aguantar al Esteso, con su pechugona.
La preferida era la de Giacobbe, quien con su “jardín prohibido” casi predecía la tragedia, pero en aquellos tiempos bien se podría descifrar un crimen con los títulos de las canciones “de amor ya no se muere”, “que pasa contigo tío”, “para que no me olvides”.
Interior del Albino, fotografía de Javier Torres Suarez |
Un día Aurelia “la garrafona” veía pasar la tarde mientras esperaba a uno de sus novios, y llegó, pero armado con una escopeta de caza, y delante de la barra sin casi mediar palabra le descerrajo dos tiros.
El asesino terminaba de cumplir condena, y en sus noches carcelarias debió hacerse ilusiones pensando en la Aurelia; pero nada más salir la descubrió acompañada de su novio y no fue capaz de aceptarlo.
Más de un año y puede que hasta dos estuvo cerrado el local; y cuando abrió ya sufrió la reconversión. La calle de Lepanto aunque conservaba parte de su encanto, y personajes del viejo Auria aun resistieron un tiempo con las rondas de vinos y chinos; el Albino había quedado marcado. La Paca aguanto un tiempo, gracias a rockeros y algún moderno que a base de chupitos de licor café conseguía abstraerse del local y disfrutar solo del sonido de los Queen, Ac/Dc, Alice Cooper, Dire Straits, Bruce…… (que pasada, de música tuvimos la juventud de los sesenta no?????.)
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